miércoles, 31 de octubre de 2012

El culto a los Muertos.

Hola amigos/as en esta entrada quiero hablar de algo muy tradicional que se remonta a época prehistórica, como es sabido se avecina el día de los Santos y Difuntos, o lo que es lo mismo el culto a los muertos. La preparación de estos días empieza normalmente un mes antes con la limpieza en profundidad de los nichos o tumbas que consiste en limpiar, encalar, renovar las flores viejas por nuevas y limpieza de tejados, entre otras cosas, yo personalmente he limpiado este año cinco tejados , y todo esto para que en su día este lo más presentable posible nuestro cementerio cara al público y sin duda es algo que se consigue con creces tras el duro trabajo que se realiza.
   En esta entrada quiero hablar del culto a los muertos pero retrocediendo en el tiempo 2.000 años, a época romana, intentare dar una visión de como eran sus costumbres y rituales en dicha época, y poder comparar algunas de ellas con las de hoy día.
  Hoy día nuestros difuntos descansan en lugares tranquilos y amurallados( los cementerios actuales), sin embargo los Romanos no colocaban las tumbas en un lugar tranquilo como se hace hoy día, sino que normalmente elegían sitios como las calzadas situadas a las salidas de las ciudades, y esto era simplemente para que los transeúntes las contemple y admiren. Aún hoy día en la maravillosa ciudad de Pompeya podemos contemplar las tumbas a lo largo de las calzadas que salían hacia el norte desde la puerta de Herculano y hacia el Sur desde la de Nuceria.
  Al igual que hoy todo dependía de la economía de cada uno a la hora de tener su sepultura. Algunas tumbas eran grandiosas e impresionantes y parecían pequeñas casas y otras eran mucho más corrientes. Hoy día se adornan de flores, costumbre que también usaban los romanos con grandes guirnaldas de bonitas flores y siempre colocaban ofrendas de vino y comida delante de ellas.
  El que enterraran a los muertos en los lados de las calzadas en vez de en cementerios tranquilos, era porque creían que, si los muertos no eran debidamente enterrados y cuidados, sus espíritus se les aparecerían y les llegarían a causar daños. Era importantísimo proporcionar al difunto una tumba o sepulcro, donde su espíritu pudiera tener una morada. Pero también se pensaba que el muerto quería estar cerca de los vivos.

  Al igual que hoy se cree que hay una vida después de la muerte , los Romanos también creían que su actividad vital continuaba en cierta manera y por tanto había que abastecerlo de las cosas que necesitaran. Hoy día al difunto se le da un buen registro antes de ir al más allá y se aseguran los familiares de que no se lleve con él algún objeto de valor como anillos, dinero. etc. En época romana era totalmente distinto, ya que si por ejemplo moría un médico, este era enterrado con todos sus utinsilios para tal fin, si era un guerrero o soldado igualmente se le enterraba con sus pertenencias de combate y si era una mujer con sus husos cotidianos, como espejos, perfumes etc. Siempre estos objetos eran enterrados con ellos ya fuesen incinerados o inhumados.
  Una tumba en época Romana era cara y por tanto entran en juego varios factores, el primero el precio del suelo, puesto que había que comprarlo, y existían grandes diferencias según la calidad del terreno, por ello no solían enterrarse en suelos de gran calidad agraria.
  También la mayor o la menor proximidad a la muralla o calzada principales abarataba el suelo conforme más lejos estuviera de ésta, y de igual modo la cercanía a la vía. Por lo tanto las tumbas cercanas a las ciudades o vías pertenecían a una clase social muy alta.
  Pero además de comprar el suelo, otro gasto es el del monumento, que puede disparar el precio dependiendo de cada individuo y de lo que se podía permitir. La mayor parte de los individuos se conformaría con una pequeña estela, mayor o menor, peor o mejor trabajada, y muchas de estas estelas ni siquiera serían de piedra, sino de madera y pintadas lo que ha hecho que no hayan llegado hasta nuestros días. Hoy día este ejemplo es muy común ya que las lapidas que podemos ver hoy van en relación a la economía de cada individuo.
  Existen fuentes que dan datos sobre el coste de tumbas, pero casi siempre a modo anecdótico por su gran coste que llegaban a superar en algunos casos el millón de sestercio. Pero como es normal la mayoría de individuos no podrían costearse tumbas de este precio, por tal el emperador Nerva fijo un entierro de una persona en un coste de 250 sestercio para los entierros de beneficencia que nos puede indicar orientatívamente el precio de una tumba en esta época.
   Normalmente el individuo en su testamento dejaba bien claro de como quería ser enterrado y que dinero se destinaría al mismo, y también si se podría reutilizar o no ( enterrar otros familiares con él).

   Se creía que los individuos que quedaban sin sepultura, como los pobres, umbrae,  vagantes y larvae quedaban vagando eternamente entre los vivos buscando nuevas presas, y en Febrero los días 9, 11 y 13 se celebraban los lemuria, realizado por el pater familias, que iba destinado alejar a estos malos espíritus.
  Estaba prohibido vender las tumbas, o realizar enterramientos posteriores, puesto que se entendía como ( violatio sepulchris), la realidad es que el tiempo hacía que hubiera una superpocisión de enterramientos, como se ha documentado en la necrópolis cordubenses. En especial esta reutilización del terreno de la necrópolis se localiza en las áreas más cercanas a la ciudad, puesto que habría mayor demanda. El tiempo haría que las señalizaciones de las tumbas fueran desapareciendo, y que los difuntos allí enterrados, ya olvidados, no tuvieran nadie que velara por la inviolabilidad de la tumba. En especial, en época tardía, fue usual el reaprovechamiento tanto de terreno, como incluso de materiales para nuevas inhumaciones. Hoy día este ejemplo  es muy común, son numerables en las grandes ciudades y pueblos  pasado un tiempo, quizás un siglo, que muchas tumbas se abandonen y nadie velen por ella y por tal desaparecen y son reemplazadas.
   Al igual que hoy era también muy usual conmemorar en la tumba el día de nacimiento y el del fallecimiento del difunto.
  
 Son pocas las culturas que experimentaron cambio en el rito funerario. La cultura romana es una de ella que durante toda la República y los comienzos del Imperio, más concretamente hasta el segundo tercio del siglo II d. C, en toda esta época es utilizada la cremación, y a partir del siglo II d. C, empieza la inhumación. Estos cambios tienen sin duda sus repercusiones ya que de una pequeña urna de cerámica o piedra, se pasa ahora a una caja de madera o, en mayor de los casos, de piedra, en una palabra, se da el paso de la urna cineraria al sarcófago.
  En todos los casos se realizaban unas series de ceremonias, que comenzaban con un banquete ritual, el -silicernium-, y duraban nueve días. Con posterioridad, el banquete se repetía periódicamente, o bien el día del cumpleaños del difunto - dies natalis- o bien el día de los difuntos, durante las fiestas llamadas- parentalia y lemuria-. En estas ceremonias participaba figuradamente el propio difunto, a quien se invocaba de diversos maneras y al que se ofrecían alimentos y bebidas - libationes-. Hoy día se le suele dar una misa a nuestros difuntos al menos los primeros años después de su muerte.
  Otra de las cosas que hoy día se emplea cuando una persona muere es el luto ( ir de negro), incluso apagar el televisor una larga temporada, costumbres que ya se están perdiendo en los últimos años de nuestra moderna sociedad. Pues bien en época Romana existían también una serie de manifestaciones que daban evidencia de la muerte de un familiar, por ejemplo lo hablado, vestían también de negro que simboliza la noche, la muerte y el mundo de ultratumba, también le daban la vuelta a los cuadros, ponían trapos en los cencerros de los animales para que no sonaran, las viudas no podían salir de casa hasta el día del funeral que se celebraba a los nueve días, etc.
  También existe algo que hoy día aun se cree, que cuando suena nos entra escalofríos y es descendiente esta leyenda de época romana, y son los famosos aullidos de los perros que se cree anuncia la muerte de alguna persona, pues es creencia popular que los animales ven los espíritus de las personas que van a fallecer.

  En cuanto a los ajuares, hacía el siglo VI a. C, y a diferencia de las tumbas etrusca, las romanas se caracterizan por ajuares escasos, caracterizado por la austeridad, debido especialmente a la legislación de -Servio Tulio-, y que recogerá también las XII tablas que prohibía el lujo funerario.
 En las cremaciones, este ajuar incluía siempre uno o varios ungüentarios de vidrio o de cerámica, así como alguna lucerna y varias piezas de vajilla cerámica, conforme a la moda imperante en el momento lo que permite la datación de las tumbas en muchos casos. Es frecuente también encontrar monedas, y en ocasiones un espejo de bronce, así como figurillas de terracota que representan a divinidades, damas o personajes diversos casi siempre de difícil interpretación, al estar en muchas ocasiones relacionado con las religiones indígenas. De hecho, en las provincias occidentales se puede apreciar como en época tardorepublicana y augustea, los ajuares tienden a ser de tradición indígena, con producciones cerámicas locales, incorporándose durante el siglo I d. C. la Terra Sigillata Gálica e Hispánica, aunque a partir de época flavia el número de cerámica en los ajuares es más reducido, y se incorpora también el uso de urnas de vidrio acompañadas por sus correspondientes fundas de plomo. Durante el siglo II d. C. continua la tendencia en la reducción de los elementos del ajuar.
 Con el predominio de la inhumación a partir del segundo periodo del siglo II d. C. sigue manteniéndose la tendencia a depositar ungüentarios y objetos de adorno personal, y algunas piezas de vajillas.

 En definitiva en cada lugar del Planeta Tierra, cada cultura emplea sus propias costumbres para celebrar estas fechas de todos los Santos y Difuntos , fechas que a fin de cuentas todas tienen la misma función, recordar a sus seres queridos.



 SALUDOS.
 Rafael Domínguez Cedeño.
 
 


 

2 comentarios:

  1. En un museo de Granada leí en una lápida romana el epitafio que unos desconsolados padres le dedicaban a su hija adolescente muerte. La verdad es que era conmovedor, como si aún sonasen en aquellas piedras los lamentos desgarradores de aquellos que soportaban tan temprana pérdida. los sentimintos de los hombres son los mismos, aún pasen dos mil años por encina.
    terminaba el epitafio con un "que la tierra te sea leve"

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    1. Hola Rafael, normalmente todos los epitafio terminaban con la frase " sit tibi terra levis" ( que la tierra te sea leve), que no era otra cosa que desearle al muerto paz en la tumba , de hecho hoy día cada vez que mentamos a un muerto lo primero que decimos es la célebre frase de ""descanse en paz"". Sobre los epitafios existían de muchas clases , unos narrativos, cómicos, poéticos ect., pero todos reflejaban lo mismo un gran sentimiento hacia el difunto.
      Un gran saludo.

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