viernes, 29 de julio de 2016

A mi abuelo. José Cedeño Navarro, Primer Alcalde Democrático de Setenil de las Bodegas. In Memoriam.

Fografía de D. José Cedeño Navarro en el Ayuntamiento de Setenil ejerciendo de Alcalde democrático. 1981.

Hola amig@s,
En esta entrada me enfrento a uno de los artículos más duros y a la vez más deseados de hacer desde que tengo el blog. Se trata de hacerle un artículo homenaje a una persona que fue muy especial para mí en mi vida, D. José Cedeño Navarro, mi abuelo.
Siempre recordaré a mi abuelo por su gran corazón hacia nosotros… Era una persona buena y querida por todos, una persona que transmitía paz y cariño.
Hay muchas anécdotas de él que podría contar… Por ejemplo, le encantaba contarnos historias de todo tipo, eso sí casi siempre terminaba desviándolas hacia su gran pasión: “la política”. Le encantaba estar en familia, con su esposa, sus 6 hijos y nietos. Una de sus pasiones era la cocina, le encantaba hacer barbacoas, tenía buena mano para cocinar, al punto de que hacía unos riñones en salsa que quitaban el sentido… Jamás he vuelto a probar unos riñones como aquellos que preparaba mi abuelo.
Cuando rememoro mi servicio militar en Ceuta, allá por 1995, no puedo evitar pensar que aquellos 9 meses fueron, gracias a él, más llevaderos. Si pude permitirme muchas cosas fue por su ayuda, ya que cada vez que venía de permiso, y eso era todos los fines de semana, él siempre me daba un buen regalo para echar la semana atrás y para que comiera bien. Sin duda, me crié a sus pies… Me críe a sus pies porque su hijo pequeño, y muy querido por mí ya que somos como hermanos, mi tito José Antonio Cedeño Lebrón, es mayor que yo tan sólo un año y algunos meses. Por esta razón, pasé muchísimo tiempo en casa de mis abuelos y, por tal, el roce hace el cariño.
Adoraba a sus nietos, se le cambiaba la cara cuando uno de esos renacuajos se le acercaba y le daba un besito…  Se le echa de menos, se le echa mucho de menos, tanto por su sabiduría como por su saber estar y aconsejar. Porque, a pesar de que decía casi orgulloso “que era analfabeto y que nunca anotaba nada”, yo le decía que no, porque considero que mi abuelo, para la época que le toco vivir,  fue una persona muy inteligente que hizo de la nada absoluta una vida muy digna, consiguiendo grandes cosas y grandes momentos que le han hecho hacer historia.
Porque si retrocedemos en el tiempo,  mi abuelo nace en Pruna, en la provincia de Sevilla, en 1932. Llega a Setenil con 14 años. Empieza trabajando en el campo como jornalero, lo normal en la época. El campo no daba para mucho y era un trabajo estacional. Por ello, no tarda mucho en marcharse para buscarse la vida y su primer destino fue Madrid, ciudad donde consiguió un trabajo como camarero y, posteriormente, de vendedor, como más tarde nos contaría; relojes, neveras, radios, televisiones, etc, vendió de todo. También estuvo en Holanda durante un año en los años 60, trabajando en una fábrica textil, luego se fue a Suiza,  en el año 62 o el 63, contratado o timado por Franco, como él decía. Decía que eran más de 7.000 personas emigradas de todas partes de España -desde Galicia a Andalucía- buscando trabajar en el campo. Recuerdo que me contó que en Suiza tuvo muy mala suerte.
Lo que sucedió es que, por lo visto, le habían requisado a muchos jornaleros el pasaporte. Él, tras este incidente, se quería volver a España porque, por aquél entonces, tenía una familia que apenas comenzaba, en ese momento tenía ya 3 o 4 hijos y no estaba ahorrando nada, no tenía nada que pudiera mandar a su familia. Había estado allí, durante 40 días, y quería volver. Cuando pidió su pasaporte, su jefe se negó a devolvérselo y empezó a hablarle de la policía, para intimidarle. Imaginemos el miedo que se debe sentir ante una situación así, tan lejos de tu casa. Vista la situación, decidió marcharse, y eligió como destino Zúrich, en un viaje sin dinero ni pasaporte.  Su intención fue básicamente la de ir al Consulado a pedir ayuda. Decía que en ese trayecto encontró a un gallego que se encontraba en su misma situación y que, cuando la noche cayó, se encontraron en la calle, bajo la lluvia, esperando a la llegada de la mañana siguiente para poder ver al cónsul, algo que consiguieron. Me contaba que, nada más verlo, el cónsul se echó las manos a la cabeza y dijo “más gente con el mismo problema… No puedo hacer nada por vosotros”. Mi abuelo entonces le dijo que les habían quitado la documentación, con lo que no podían conseguir trabajo y que si él, que era el cónsul español, no podía darles la documentación o ayudarles a volver a España, no sabía quién podría hacerlo. Al final, parece que hubo arreglo tras un rato de charla; los llevaron a un sitio que estaba bastante bien, todo hecho de mármol… Mi abuelo lo calificaba como un bonito hotel.
A la mañana siguiente, se los llevaron desde una comisaria hasta la estación de tren y los subieron a los dos en el tren con una escolta policial hasta llegar a Ginebra, donde les prepararon la documentación y les dieron unos billetes de tren y un sándwich a cada uno, subiéndolos al final a un tren que los llevó hasta la frontera, más concretamente a Port Bou.
Pasaporte de mi Abuelo D. José Cedeño Navarro.

Por aquella época, mi abuelo contaba con familiares allí, en Cataluña, concretamente con su madre y sus hermanos, todos emigrados al norte. Uno de sus hermanos fue allí primero y, luego, se llevó a toda la familia consigo. Mi abuelo se quedó unos cuantos días con ellos, pero su destino era, sin duda, Setenil, que es donde volvió, pero por poco tiempo… Ya que tenía que trabajar.
Recuerdo que nos contaba que el siguiente lugar donde se marchó fue a Francia, para trabajar en la fábrica de Renault cerca de París, donde consiguió un contrato de tres meses y, tras finalizar ese contrato, adquirió otro de otros tres meses más para trabajar en el campo. Pero es, sin duda, en la fábrica de Renault donde mi abuelo descubre su pasión por la política, allí conoce a grandes políticos. Nos contaba que allí había un profesor de Antequera que tenía totalmente prohibido volver a España y que era el representante de los trabajadores. Nos contaba que empezó a leer los diarios y a involucrar a los trabajadores en debates.  Y, en el tiempo escaso que le quedaba durante el fin de semana, solía ir a la plaza de España en París con muchos trabajadores españoles. Me decía con alegría que iban a escuchar a la Pasionaria, Dolores Ibárruri y a Santiago Carrillo, el líder comunista exiliado por aquél entonces.
Pero él decía que pasaban miedo también. Eran 5 viviendo en un piso en un barrio muy a las afueras de París, fueron 6 meses, con gente aquí, de Setenil. Sus compañeros tenían mucho miedo, le decían que tenían que regresar a España, que al volver serían encarcelados si seguían allí mucho más tiempo, supongo por sus implicaciones políticas en un país extranjero.
Así que, regresó a Setenil, donde empezó a involucrarse en la lucha política. Él contaba que inicialmente solían encontrarse en Ronda, y siempre de manera clandestina, escondidos. Venia un hombre de Sevilla, un hombre por lo visto muy próximo a Felipe González. Ellos, mientras tanto, aprendían todo el tiempo: qué era el partido, lo que la política era, todo, porque todo era nuevo para ellos y empezaban prácticamente desde cero.

Él me contaba que, a medida de que la muerte de Franco se iba acercando, él y un compañero del partido se dedicaban a distribuir panfletos propagandísticos en la carretera que recorre Ronda, Arriate y Setenil. Estaba, sin duda alguna, sembrando el germen, los cimientos del despertar político y  de unos grandes e históricos acontecimientos. Pero la Guardia Civil los buscaba, algo que ellos sabían. Por eso, mi abuelo solía contar que él siempre tuvo la maleta lista para huir a Francia, en el caso de que fuera necesario. Incluso la familia le llegó a pedir que parara, que lo dejara. Mi abuela, que era una bendita, le decía que iba a ser su ruina, pero él siempre luchó porque tenía muy claro que su padre había muerto por dicha causa y que él también estaba dispuesto a asumir ese riesgo, el de morir, si fuera necesario. Unas palabras que, siendo muy duras, reflejan a una persona de ideas muy claras.
 Recuerdo que nos contaba que su padre, mi bisabuelo, murió porque era socialista y porque luchó valientemente en la Guerra Civil, aunque finalmente se tuvo que esconder tras finalizar la guerra por sus ideales. En aquellos años, mi bisabuela y su familia tenían muy poquito para comer. Tras esta situación, los nacionales le dijeron que le pidiera a su marido que volviera a casa, que no le ocurriría nada. Así se hizo y el hombre volvió, confiado, a Pruna para estar con los suyos, a los que tanta falta hacía.

Por increíble que parezca, bastaron tan sólo varios días  para que, por lo visto, un torero muy adinerado, fascista y de mucho poder dijo simplemente que mi bisabuelo debería ir a la cárcel.  Mi abuelo nunca supo el  por qué de la acusación de dicho hombre hacia su padre, siempre pensó que quizás se debió a las envidias o quizás, simplemente, por demostrar su poder, ya que en aquellos primeros años después de la guerra podías ser encarcelado o asesinado por cualquier cosa. No hubo, pues, compasión hacia mi bisabuelo tras esa simple frase del torero: fue detenido y mandado a la prisión del Puerto de Santa María, donde murió. Resulta innecesario saber cómo moriría, nos lo podemos imaginar. El peor de los golpes, más allá de lo ocurrido es que sus captores ni nadie relacionado tuvo  el detalle de contarle a la familia lo ocurrido y, lo cierto es que nunca más, como ocurriera en tantos otros casos, volvieron a verle.

Mi abuelo contaba muy apenado la situación crítica en la que quedó sumida su madre, ahora viuda, con cinco hijos pequeños a su cargo. Bien tenía que hacer algo para alimentarlos, así que como muchas personas de la época en circunstancias similares, se tuvo que dedicar al estraperlo. Para tratar de aliviar sus vicisitudes, llevaba café y tabaco de un sitio para otro. Pero lo trágico es que, un día, la Guardia Civil la cogió y le quitó todo lo que llevaba encima y el poco dinero que tenía para sobrevivir al día a día. Y, para postre, la multaron. En aquella época no tenia modo alguno de pagar o de impugnar la multa, sanción que tenía que pagar. Así que fue condenada a prisión durante tres meses y 10 largos días en Sevilla, teniendo a cinco hijos huérfanos a su cargo. Por fortuna, pudo dejar a los niños con una vecina. Mi abuelo me contaba que eso era así en la época de Franco, que se iba a la cárcel por nada. No quiero ni puedo imaginarme siquiera el infierno que  esa mujer tuvo que pasar.
Aún recuerdo que decía mi abuelo que, cuando Franco murió, todo el mundo en el pueblo estaba en la calle, preguntándose qué ocurriría. La gente estaba asustada porque no sabía qué estaba ocurriendo. Él decía que supieron muy poco por la televisión, quizás  todo lo contrario, puesto que la televisión llamaba a la calma y desinformaba diciendo que “no pasa nada, no cambia nada” pero las cosas, afortunadamente, sí cambiaron.
Mi abuelo y el Gobernador Civil paseando por el pueblo. 1982.

Un año después de la muerte de Franco, la situación política empezó a cambiar y, aquellos que estaban más al corriente en lo que concierne a política, empezaron a avanzar las cosas en los pueblos. Aún había,  en palabras de mi abuelo, mucho miedo.
Empezó a organizar el sindicato de CCOO en Setenil. No era legal ni mucho menos en aquella época, pero pronto tuvo un total de más de 2000 afiliados y él lo encabezaba como presidente, al frente de este gran ejército obrero. Él me contaba que lo que pasó entonces es que había aquí un profesor, una persona muy querida, que daba clases a personas que no sabían leer ni escribir. Era comunista y había nacido y vivido siempre aquí. Esta persona fue a ver a mi abuelo con alguien de CCOO de Alcalá del Valle, Tuvo, pues, mucho contacto con este hombre de Setenil pero él nunca perteneció al Partido Comunista. Cuando estuvo al frente de CCOO en Setenil, mi abuelo trató de hablar siempre con todo el mundo, de la misma manera y nunca, nunca jamás con miedo; él consultaba las cosas con los jefes locales, fueran del partido que fueran, intentando establecer un diálogo o punto de conexión con ellos. Siempre intentaba arreglar las cosas antes de entrar en acción. Pero claro, eso no es lo que los otros -el profesor y otros comunistas- querían. Solían discutir con él porque no querían tener nada que ver con nadie que hubiera sido fascista. Esa era la gran diferencia entre mi abuelo y ellos.  Vista la situación, le tuvo que decir a este aliado suyo que uno de los dos debía irse del sindicato puesto que la situación era insostenible. Tras estos incidentes, vino gente de Cádiz, gente del sindicato, diciéndole que no debería irse, incluso intentaron disuadirle de hacerlo. Pero él, al final, se fue al entender que no había equilibrio posible dentro de aquella situación. Me contó también que en esa época, CCOO estaba afiliada al Partido Comunista, mientras que el otro sindicato, la UGT, al Partido Socialista. Él era socialista; su padre fue socialista… Él llevaba al Partido Socialista en la sangre y no al Comunista. Esa es, por lo tanto, una de las razones que explican otra de las causas –si no la principal– de su abandono.

Me acuerdo de que decía que había un barbero en el pueblo que quería fundar una peña de flamenco y darle el nombre de su padre, mi bisabuelo, en honor al socialismo del que siempre hizo gala. Por lo visto, este barbero era un fuerte socialista, coetáneo de mi bisabuelo. Por lo visto, estaba bastante convencido de que el partido tenía que organizarse o que siempre sería secundario y accesorio a  los comunistas. El problema era entonces que todo el mundo quería unirse a los sindicatos, pero nadie a los partidos políticos imaginamos que por la ignorancia de su propia suerte.
Decidieron, finalmente, organizar al Partido Socialista en Setenil para poder participar en las siguientes elecciones. Y empezaron a hacer campaña electoral, me contaba mi abuelo en voz baja:  pom, pom, pom (puerta a puerta) en 1979, en las primeras elecciones que se daban aquí en Setenil desde la Segunda República, Empezaron, pues, a organizarse, a ir puerta a puerta pidiendo el voto y con una  publicidad brutal. Ir casa por casa era la única manera de pedir el voto, de la única forma posible de hacerlo en una época en la que aún imperaba el miedo.
 Según mi abuelo, el Partido Socialista no designó candidatos en ese momento. Dependía de ellos, de los sindicatos y no del partido. Tenían entre 20 y 40 personas como miembros del partido y todo estuvo listo a tiempo. Me confesó que en un primer momento no estaba en su mente el hecho de presentarse como candidato a la Alcaldía, más que nada porque no tenía estudios, su educación era la propia del campo y su ortografía era muy mala. Pero él decía, orgulloso, que organizaron una buena lista, todo oficial, con los nombres y apellidos de los participantes, sus documentos de identidad, etc. y 11 o 12 personas se presentaron a las elecciones, todas -dice- buenas personas, muy buena gente. Pero, según él, nadie quería encabezar la lista y presentarse como candidato a alcalde, nadie. Así que, al final, tuvo que ser él quien se pusiera al frente. Estaban todos un poco asustados;  lo normal, nadie sabía qué podría pasar.

 Mi abuelo también me contaba que, cuando se anunciaron los resultados de la contienda electoral, el Partido Socialista obtuvo 6 concejales, los Comunistas ninguno y los 5 concejales restantes los ganó el partido de la derecha. La derecha en aquel momento era Adolfo Suárez y la UCD. Quizás eran realmente el centro, no Fraga y  todos los demás, me decía. También solía explicar que las personas que estaban detrás de la UCD de Setenil en esas elecciones eran buenas personas, mentaba con muy buenas palabras a D. Pedro García Ordoñez  (QEPD) y otros. Decía que aquí no existía entonces una derecha extrema.
Me contaba su campaña como muy buena. Tenían un coche, un Ford Fiesta con altavoz incorporado, e iban de un lado a otro del pueblo al campo y del campo al pueblo. Hicieron una publicidad estupenda. El resultado, sin duda, fue realmente bueno. Tras estos acontecimientos, se realiza el primer pleno municipal con los concejales electos y es ahí donde mi abuelo se hace primer Alcalde democrático de Setenil de las Bodegas.
Él me contaba que en los pueblos de los alrededores pasó lo mismo. Alcalá se convirtió en socialista, Arriate  en comunista, Ronda en algo distinto… Las primeras elecciones ahí las ganó el Partido Andaluz, seguida del Partido Socialista y el Partido Popular; Olvera se convirtió en socialista también… De hecho, la mayoría de los pueblos se convierten en socialistas, según me contó. En cualquier caso, uno se puede tomar la licencia de decir que, desde luego, se trató de unas elecciones históricas que convirtieron a estas personas, contribuyentes al cambio, en grandes héroes nacionales, que siempre serán recordados en la Historia.
Mi abuelo me contaba que, durante los dos primeros años de su mandato, no cobro sueldo alguno, hasta que después y de conformidad con lo decidido en Pleno Municipal, se acordó que el Alcalde de Setenil debería tener un sueldo de 35.000 pesetas, que es lo que percibió los dos últimos años de su mandato.

Algunas historias me contó, como que cuando entró en el Ayuntamiento estaba todo muy mal organizado. No tenían ni una sola peseta. La gente no pagaba los impuestos, y lo poco que la gente pagaba se repartía. Se repartía entre ellos. Cada uno tenía una cartera: uno era responsable del agua, el otro de la recolección de basura, etc. Así que cogió todos los libros de cuentas que tenían por separado, los quemó y, desde entonces en adelante, el dinero fue a parar a una única cuenta: todo lo que entraba en el pueblo, iba a su caja, no a aquél uno u otro, como antes.  Mi abuelo hizo una reforma después de dos años en el Ayuntamiento,  después de  muchísimos problemas para llevarla a cabo. No era otra que conseguir que la gente pagara sus impuestos por lo que se ganó muchísimos enemigos. Pero lo consiguió, y con el dinero que recaudaban y el que recibían de Diputación, empezaron a hacer cositas como diversas mejoras en las carreteras, ya que las carreteras del pueblo en aquella época eran inadecuadas para el tránsito de los coches.
También me contó, que en aquél entonces, el pueblo no tenía luz, ni dentro ni a las afueras, ni en las fincas ni en las casas aledañas al campo. Mi abuelo, después de un año o año y medio, le dijo a la gente que quería reunirlas para hablarles, dijo que tenía que subir un poco los impuestos para poder permitirnos traer la luz a Setenil. De hecho, tuvo que ir a Cádiz en aquellos días, con un presupuesto de risa y un poco de dinero extra que habían logrado recaudar. El ingeniero civil que trabajaba para el gobierno regional le dijo que no era suficiente, que costaría 5.000.000 millones de pesetas de la época llevar la luz al pueblo, que el pueblo tendría que contribuir con 1.500.000 de pesetas y que, sólo entonces, la Diputación daría en concepto de bonificación la cantidad de 3.500.000 de pesetas, pero no tenían esa cantidad de dinero. No tenían ingresos extra de ninguna clase, y mi abuelo se preguntaba cómo podrían hacerlo. Recuerdo que me contó que fue a ver al ingeniero de nuevo y que le dijo “no tenemos un duro en la cuenta del pueblo para pagar esto, ¿qué podemos hacer, cómo podemos conseguir los 3.500.000 de pesetas de la Diputación para empezar los trabajos?” El ingeniero le contestó que lo que tenía que hacer era escribir a la Diputación y decir que querían empezar los trabajos, que estaban listos para empezar y que él mismo como alcalde iba a tomar el control personal del proyecto. Así lo hizo. Y pronto desde Diputación  enviaron ese apreciado y tan necesario dinero para empezar los trabajos. Entonces surgieron nuevas dudas al respecto, puesto que el total del presupuesto aún no estaba cubierto del todo; “¿Cómo podremos llevar a cabo estos trabajos únicamente con 3.500.000 de pesetas? No es suficiente, ¿qué podemos hacer?”. En vista de la situación, convocó un Pleno Extraordinario, pero el ingeniero había encontrado mientras tanto a una firma de Ubrique que se comprometió a llevar a cabo el trabajo por 3.500.000 de pesetas. Y es así, de este modo, como la luz llegó a Setenil y todo el mundo quedó muy contento.
 Me decía mi abuelo que hicieron muchos cambios con muy poco dinero, por nada, realmente. En el campo, en la Venta de Leche, no tenían luz tampoco, ni una línea telefónica. Me contaba que quizás gustaba porque no sabía leer perfectamente ni escribir  y que, cuando iba a la Diputación a verles, iba con el corazón en la mano y, en consecuencia, todo el mundo lo quería. Decía que habló con el Presidente de la Diputación sobre la Venta Leches y le dijo que les había prometido que tendrían luz… Promesa sagrada y más para un hombre de palabra. Por lo visto incluso el Presidente fue allí, a la Venta de Leches y les dijo a sus vecinos que si Cedeño les había prometido luz, entonces tendrían luz. Y así lo hicieron.

También recuerdo que decía algo de la Guardia Civil en la época,  que la Guardia Civil estaba aquí, en el cuartel a la entrada del pueblo. Todavía eran poderosos, todavía sentían que estaban ahí para controlar el pueblo. Pero ya todo había cambiado. La bandera de Franco había sido sustituida por la bandera del Rey. Mi abuelo tuvo que dirigirse al sargento y le tuvo que comentar que debían ir a Cádiz a por la nueva bandera de Setenil. Lo hicieron y cuando la bandera llegó, se hizo una pequeña ceremonia en la cual él pronunció un discurso.  Resulta cuanto menos curioso; él me decía siempre que todos los discursos que hacía, salían directamente de de la improvisación de su cabeza. Él siempre decía que el primer comandante con el que tuvo que tratar fue un poco difícil, pero que pronto fue sustituido, y que entabló muy buena amistad con el nuevo comandante destinado en Setenil.

Entre las anécdotas de las muchísimas contadas por él hacia mí, porque él sabía que me gustaba -y mucho- la Historia, me contó también que había una familia aquí apellidada Camacho, que él decía que casi han desaparecido a día de hoy, al extremo de que  sólo quedan algunos sobrinos descendientes de esa familia en Setenil. Según mi abuelo, los Camacho eran gente muy poderosa que, en época de las procesiones de Semana Santa, acostumbraban a traer bandas de música aquí que costaban mucho dinero.
Según me contaba mi abuelo, se dirigió a uno de ellos, que era Hermano Mayor de la Hermandad de Padre Jesús Nazareno, su nombre era Antonio Camacho. Mi abuelo le dijo que el pueblo debería tener una banda propia para la próxima Semana Santa, pero que eso implicaría gastar mucho dinero en equipamiento, en instrumentos y en ensayos. Antonio estuvo de acuerdo en todo momento con mi abuelo y es así como pudieron comprar todo el equipamiento necesario en Málaga. Así que dos o tres meses antes de la Semana Santa, tal y como prometió, Setenil tuvo la que sería una de las mejores bandas de música de toda Andalucía, bajo la supervisión de un músico titulado, un músico de la banda de la Legión de Ronda, llamado Gallardo.
Me contaba –y añoro– que con él empezaron muchas cosas para el pueblo, como el centro de salud y que, con muy poco dinero, hicieron muchas cosas: setenta casas nuevas en la parte superior del pueblo y el suministro de agua. Decía orgulloso que todo ello se había logrado con base a un presupuesto súper pequeño y que todo eso se hizo en tan sólo 4 años gracias a la colaboración de todos, pero especialmente a su empeño en que Setenil progresara y fuera mejor para sus vecinos.

 Mi abuelo dejó la Alcaldía de Setenil orgulloso de sus logros, dedicando el resto de su vida a negocios de hostelería, que le hicieron de terminar una vida muy digna y provechosa.
Con estas últimas líneas termino con este pequeño homenaje a mi abuelo, algo que soñaba con brindarle desde hacía  mucho tiempo. Éstas eran sus palabras, sus ideas y su vida; las de una persona muy sufrida desde su infancia, con episodios vividos muy duros y ciertos encontronazos difíciles de digerir, pero que era necesario compartir … Necesario y, sobre todo, justo, más que nada para que sepa dondequiera que esté que no lo olvidamos y que para mí, personalmente, es un orgullo haberlo tenido como maestro y que me haya brindado esta, su gran historia,  antes de morir. Sin duda, mi abuelo -como todos los primeros alcaldes de la democracia- pasaran a la historia como grandes héroes que daban su vida si fuera necesario por sus ideales. 
Considero que es algo que, en parte, no es necesario porque estos valientes ya tienen su hueco en la Historia, pero hoy siento la necesidad de recordar y de celebrar lo que fue, es y será.

 Autor,

RAFAEL DOMÍNGUEZ CEDEÑO. 28/07/2016. 


 Algunas imágenes de mi abuelo como primer Alcalde Democrático de Setenil de las Bodegas.


 Autor,

RAFAEL DOMÍNGUEZ CEDEÑO EN MEMORIA A MI ABUELO, SETENIL A 28/07/2016. 

4 comentarios:

  1. ¡Enhorabuena Rafael! Sé lo que te ha costado escribir esta entrada pues, además de hablar de un episodio histórico de nuestro pueblo, hablas de un ser querido e imprescindible en tu vida, tu abuelo.
    Yo lo conocí muy bien, pues tu gente vivía enfrente de la casa de mi abuela, y yo entraba mucho en su casa. Aún recuerdos aquellas madalenas y bizcochos que se hacían en el horno de la confitería.
    Tu abuelo se merece un reconocimiento pues sin duda le tocó vivir una etapa muy difícil e incierta de nuestra historia reciente, y desde luego sus logros en tan sólo cuatro años son evidentes.
    un fuerte abrazo Rafael

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  2. Muchas Gracias Rafael, totalmente de acuerdo en que se merece un reconocimiento, de hecho, casi todos los alcaldes de ese cambio histórico lo tienen hecho desde hace muchísimos años. Recuerdo esas madalenas y bizcochos sí.
    un abrazo.

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  3. Soy una de las personas que tuve el grato placer de conocer profundamente a tu abuelo y además el honor de trabajar a sus ordenes como funcionario del Ayuntamiento. Solo puedo añadir a todo lo que as escrito sobre el dos cosas, que era una de KAS mejores personas que he conocido en toda mi vida, justo, equilibrado e inteligente y que no as dicho ni una sola palabra que no fuera verdad de todo lo que as mencionado. Gracias por todo Alcalde Cedeño.

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